La dimisión de Cifuentes de las presidencias de la Comunidad de Madrid y del PP madrileño no deja de ser algo inesperado en la vida política española. En nuestro país los políticos se aferran al cargo y es muy costoso que acepten la necesidad de dimitir, no tenemos la cultura de otros países donde por causas que pueden considerarse nimias los dirigentes dejan el cargo, ejemplo el presidente de Alemania o el diputado británico que dejo el parlamento por llegar tarde. Aquí los políticos se resisten en su sillón y luchan hasta que lo evidente se produce. Cristina Cifuentes dimitió porque el video del hurto en el supermercado se la llevó por delante, antes luchó con argucias y mentiras por un master que no cursó y cuyo título no merecía, llegando incluso a renunciar a ese mérito cómo si no tuviera importancia y como si lo sucedido para su consecución no importara.
La cultura de la dimisión no está en el adn de nuestros políticos, lo que si ésta es el apego al poder y la perpetuación en la política por los siglos de los siglos, algunos y algunas no conocen otro trabajo que el que realizan en el seno de los partidos y en las instituciones.
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