La primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas con la victoria del socialista Hollande parece haber sido el eslabón a partir del cual los grandes dirigentes de la economía europea han decidido dar un giro y poner sobre la mesa la necesidad de lanzar programas de estímulo económico que ayuden a los países en dificultades. Básicamente se centrará en actuaciones del Banco Europeo de Inversiones, reforzado por aportaciones de capital, que apoyaran la construcción de infraestructuras.
Hasta la canciller alemana ha aceptado la necesidad de estímulos para reactivar la economía aunque con la condición de no ceder en la política de ajustes fiscales. En el cambio de Merkel seguramente habrán influido las declaraciones del presidente del BCE, y especialmente la de sus compatriotas del partido socialdemócrata alemán que han alertado de la posibilidad de que la política de restricciones en los países del sur puede afectar a las exportaciones de Alemania y de los países del centro de europeo, además de la gran factura que puede producirse entre el norte y el sur del continente. Aunque en mi opinión una de las razones por la que Merkel ha cambiado de opinión son las elecciones alemanas, en cuyos landers su partido y especialmente sus coaligados de gobierno, los liberales, están obteniendo resultados muy negativos.
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