La canciller alemana ha barrido para dentro una vez más, primero impuso serias condiciones al rescate de Grecia apoyándose en una opinión pública interna que se negaba a pagar la deuda de otros que habían vivido por encima de sus posibilidades y además engañado al resto de la UE. La tardanza en la decisión al final no le benefició en las elecciones y lo que es peor puso contra las cuerdas a otras economías de la zona euro, los llamados PIIGS. Alemania añora su antigua moneda, y olvida que su economía se ha estado beneficiando de los países de su alrededor, destinatarios de la mayoría de sus manufacturas, un mercado seguro que les ha proporcionado una balanza comercial inclinada fuertemente a su favor, a cambio los demás países han gozado de una moneda de gran valor que les ha permitido vivir por encima de sus posibilidades, pero que a su vez les ha supuesto pérdida de competitividad, el ejemplo es que el diferencial entre la competitividad entre España y Alemania se ha incrementado a favor de los teutones.
Y ahora, tras imponer a los PIIGS reducciones de gasto que nos devolvieran a la senda del 3% del PIB y que calmaran a los mercados, nos vuelve a dar donde más nos duele realizando un gran plan de ajuste que supondrá una nueva recesión para nuestras economías cuando todos estaban esperanzados en que la locomotora alemana tirara de nosotros y nos facilitara la salida de esta continua crisis. Por eso hemos de darle las gracias a la señora canciller que una vez más se ha enrocado sobre si misma y ha antepuesto el interés nacional al de la UE.
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