La vida política española se envenena poco a poco ayudada por la gran crisis económica que soportamos. El partido en el gobierno ha entendido que la mayoría absoluta que le dieron las urnas es suficiente para realizar cualquier política aunque sea la contraria al pograma que defendió en las elecciones, se justifica alegando que es la única posible, que las medidas son necesarias aunque dolorosas y que las reformas y los recortes son los que nos resolveran los problemas y nos llevaran a la recuperación.
Los nacionalistas conservadores catalanes aprovechan la coyuntura económica para pedir la independencia, confundiendo a la opinion pública y echando las culpas a España de los recortes y del deficit que padecen. Todo ello unido a una ambición desmedida de Artur Mass que ha olvidado su condición de máximo representante del estado y de que es el presidente de todos los catalanes, de los que lo votaron y de los que no, que piensa que ha recibido un encargo divino de la ciudadanía catalana que se manifestó el día once de septiembre.
La manifestación del 25S y la de hoy 26S son una muestra de que en la sociedad española reina un gran desencanto con los políticos y con la democracia de nuestro país. Éstos no solo piden la dimisión del gobierno o la convocatoria de un referendum que refrende o no la política que el partido popular está siguieno. Además piden mayor democracia a través de la reforma de la ley electoral, con listas abiertas donde elegir a sus representantes, con elecciones parciales en medio de la legislatura que sirvan de termómetro a la acción del gobierno, con mayor representación de los partidos que lleguen a obtener un determinado porcentaje de votos a nivel nacional.
Todo parece indicar que existe un hartazgo de la política y de los políticos y, en las manos de ellos está cambiar esa percepción.
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