El mago sacó de la chistera un nuevo conejo y sorprendió a amigos y enemigos. Nadie esperaba que el ilusionista de cejas arqueadas pudiera crear de nuevo tanta espectación, sus últimas actuaciones habían conseguido disgustar a todo el mundo y, solo sus más fieles seguidores parecían esperar algo. Con este nuevo acto no solo logró animar a sus amigos, levantarles un ánimo que estaba tan alicaído que ultimamente algunos le habían criticado e incitado a que tirase la toalla y abandonase el escenario. Por otro lado sus detractores se regodeaban con sus fracasos, con esas actuaciones que no contentaban a nadie y esperaban tranquilamente a que cayera por su propio peso, pensaban que no necesitaban explicar a los demás la razón de su oposición y que bastaba con abuchearlo y esperar a que por fin todo el mundo lo abandonase y así tener el campo libre para que su mago, aunque soso y repetido, lograse sustituirlo.
Pero para llegar a esta situación el ilusionista había tenido que entrenar y sobretodo convencer a los empresarios del teatro de su valía, les pidió tiempo y a cambio de algunos favores lo logró, y una vez finalizado el acuerdo puso toda la carne en el asador y se rodeó de otros artistas de prestigio que hicieron que su espectáculo cobrase nuevos bríos y de que todo el mundo girase la cabeza y de nuevo acudiera al espectáculo.
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